Un día, Alicia dejó su auto en el taller para una mantención y decidió caminar por la ciudad. Al cruzar el puente, se detuvo a admirar el paisaje: el río, los bosques y la naturaleza que siempre estaban ahí, pero que pocas veces contemplaba con tanta atención.
Al acercarse a la calle donde vive su madre, se encontró con el padre de una amiga de infancia. Él la abrazó con alegría, y juntos conversaron sobre sus vidas en el presente. Más adelante, al pasar por un área donde unos trabajadores cortaban pastizales, le ayudaron a cruzar y, en ese instante, descubrió un árbol de maqui repleto de frutos, algo que solo ocurre en verano.
Justo antes de llegar a su destino, en la última esquina, encontró un pequeño taller de costura, exactamente el lugar que llevaba tiempo buscando para arreglar su ropa.
A veces, basta con cambiar el ritmo y la perspectiva para darnos cuenta de que la magia siempre ha estado ahí, esperando ser vista.
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