Hoy quiero compartir con ustedes algo que me llegó al corazón y que nos recuerda la importancia de motivar y tener fe en nuestros estudiantes. Durante mi participación en la Escuela de Invierno, tuve un encuentro que me emocionó profundamente con Mauricio.
El objetivo del taller era que los estudiantes presentaran sus proyectos en la Feria Tecnológica que daba cierre a la Escuela de Invierno, y para mi sorpresa y admiración, Mauricio fue el primer voluntario en alzar la mano y tomar la palabra. Su entusiasmo y pasión por aprender eran palpables. En ese momento, una ola de recuerdos se apoderó de mí y me transportó al pasado, a la difícil travesía que Mauricio ha caminado.
Sus padres tomaron una decisión valiente al sacarlo del jardín de infancia en el que se encontraba y llevarlo a un colegio prestigioso. Sin embargo, este cambio no fue fácil para Mauricio. En lugar de recibir el apoyo y la comprensión que necesitaba, fue discriminado por ser hiperactivo. Incluso le pidieron a su familia que lo hiciera repetir el kínder, bajo la creencia de que eso le ayudaría a “madurar”.
Pero en medio de esa situación tan desalentadora, Mauricio contaba con un ángel en su vida: su madre. Ella siempre le tuvo fe inquebrantable y creyó en su potencial cuando otros dudaban. A través de conversaciones llenas de amor y confianza, ella lo animó a seguir adelante. Su amor incondicional y su apoyo constante fueron la fuente de inspiración que Mauricio necesitaba para enfrentar los desafíos y crecer.
Y así fue como, en sexto básico, me encontré a Mauricio, presentando su propia aplicación móvil y explicando con claridad y pasión su proyecto. Sus palabras resonaron en mi corazón y confirmaron una verdad que a veces olvidamos: siempre debemos tener fe en nuestros estudiantes, en nuestros hijos. Cada uno de ellos tiene su propio viaje de crecimiento, y nuestra tarea como padres y docentes es valorar y motivar desde sus habilidades individuales, sin prejuicios ni expectativas que los limiten.
Recordemos siempre que nuestros estudiantes son seres únicos y especiales. Creer en ellos, aceptar sus diferencias y brindarles apoyo incondicional no solo los impulsa en su camino hacia el éxito, sino que también les ayuda a desarrollar una autoestima fuerte y duradera.
Por eso, hoy quiero invitarlos a reflexionar y compartir sus experiencias: ¿Cómo podemos construir un entorno educativo más humano y empático, que fomente la fe en nuestros estudiantes y valore sus diferencias?
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