A veces la vida nos regala encuentros que parecen sacados de un cuento, esos que nos hacen detenernos un momento y valorar lo que realmente importa.
Hace algunos años conocí a Pablo, un joven que, cuando lo conocí, lavaba autos en un estacionamiento, siempre con la ilusión de alcanzar un gran sueño: algún día conducir su propia micro. Sus palabras estaban llenas de esperanza, pero también de preocupación, porque sabía que el camino sería difícil: no tenía licencia, no contaba con recursos, y las circunstancias parecían estar en su contra.
A pesar de todo, lo sostenía algo más fuerte que las dificultades: la certeza de que algún día lo lograría. Yo solo podía sonreírle y recordarle algo que para mí era evidente:
“Da pasos pequeños, avanza con constancia, y ese sueño se hará realidad”.
Hoy, mientras subía a la micro, un recuerdo me invadió con fuerza. Pensé en todas esas veces que hablamos de un sueño pendiente… y de repente, allí estaba. El chofer que me saludaba con una sonrisa era él: Pablo. Su mirada brillaba, y su postura irradiaba orgullo. Su micro estaba llena de historias por recorrer, de kilómetros recorridos y de sueños alcanzados.
En ese momento comprendí algo que muchas veces olvidamos: los sueños, aunque parezcan lejanos, se construyen paso a paso, con paciencia y perseverancia. Cada pequeño esfuerzo cuenta, cada decisión nos acerca a ese futuro que imaginamos.
Y me quedó rondando una pregunta: ¿qué pasaría si tú también dieras hoy ese primer paso hacia tu sueño?
Tal vez ese paso sea más poderoso de lo que imaginas.





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